Tras un mes muy intenso por la India, cargado de experiencias y vivencias de todo tipo (como ya os comentamos en el anterior Diario de viaje, a nosotros este país nos fascinó) nos tocaba viajar a Sri Lanka, conocida como la lágrima de India. Teníamos pocas referencias de Sri Lanka, pero a su vez muy buenas. Así que estábamos completamente abiertos a explorar esta nueva isla.
El sur de Sri Lanka…y sus playas
Al llegar a Colombo, la capital de Sri Lanka, decidimos ir directos a la zona de playa. Cogímos un tren para llegar a Boosa, un pueblecito pesquero menos turístico que la conocida y vecina ciudad colonial de Galle. Al parecer llegamos algo acelerados y algo desconfiados… así que Barat, el dueño del hostal playero, nos insistió varias veces en que nos relajáramos, que ya no estábamos en la India y que teníamos que reducir la marcha…
Así que con esas palabras decidimos quedarnos dos días enteros en la cabaña y en la playa para “aclimatarnos” al nuevo ritmo de Sri Lanka. Ahora más que viajar, sentíamos que estábamos de vacaciones totales: cabañita a pie de playa, buena comida, playa desierta, puro relax…
Tras este descanso playero continuamos la ruta por el sur e hicimos parada en Galle, una de las ciudades coloniales más importantes del país. Fort Galle, en el extremo de la ciudad, es la anituga ciudad colonial que fundaron los portugueses y que, después, se quedaron los holandeses. Conserva las antiguas murallas y edificios de la época, que han sido restaurados manteniendo su esencia y encanto. Es por eso que fue nombrada ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988. Galle se ha convertido a día de hoy en el centro hipster de la isla.
Nos alejamos del centro para buscar alojamiento y así abaratar costes. La sorpresa fue que la familia que nos hospedaba tuvo que marchar a Colombo por un funeral y nos dejó las puertas de la casa literalmente abiertas. Al llegar nos encontramos con una serie de notas que marcaban el recorrido hasta nuestra habitación. La gente de este país empezaba a sorprendernos de grata forma.
Siguiendo nuestra ruta playera decidimos parar en Welligama, zona costera conocida por los surfers, y hacer una inmersión de buceo. Visibilidad… regular… barriendo para casa, Mallorca la supera con creces. Tema fauna es cierto que pudimos ver cantidad de peces y muy diferentes a los del Mediterráneo. Llevábamos casi dos meses sin bucear y teníamos mucho «mono» de agua, así que nos lo pasamos de lujo haciendo lo que más nos gusta! Casualidades de la vida, nuestro guía era un instructor español que había coincidido, cuando trabajaba en Filipinas, con otro amigo nuestro instructor que vive allí… ¡ Que pequeño es el mundo! 😉
De ahí cogimos bus y nos saltamos la turística playa de Mirissa para acabar durmiendo en Tangalle, en unas cabañas en el manglar detrás de la extensa y solitaria playa de Marakoliya. El mejor lugar para escapar de los turistas y de la supuesta temporada alta del momento…
De safari en Sri Lanka
La ruta playera de Sri Lanka acababa aquí y empezaba nuestro camino hacia el interior de la isla. El siguiente pueblo sería Udawalawe. De la cantidad de parques nacionales que tiene Sri Lanka, elegímos hacer un safari en este Parque por la recomendación de nuestro amigo Basty (miembro del #malayosteam que ya aparecerá en el próximo diario 😉 ) Y creemos que fue un gran acierto. Pudimos recorrer el parque en nuestro jeep sin apenas cruzarnos con otros coches, teniendo el tiempo que quisiéramos para contemplar las manadas de elefantes que paseaban tranquilas o para intentar sacar la mejor foto. Merece la pena pagar la entrada del Parque y poder disfrutar así de estos enormes animales en libertad. Dejan a uno totalmente boquiabierto.
Nos habían comentado la opción de ir a algún orfanato de elefantes para tener un contacto más cercano con estos animales. Pero lo descartamos rotundamente ya que a nuestro parecer no hay nada de natural en que un humano bañe y dé de comer a un elefante…
Plantaciones de té en Sri Lanka
El día que nos poníamos de vuelta la mochila a la espalda para continuar nuestra ruta, nos topamos con Raja, un joven conductor que acababa de dejar a unos turistas en el pueblo de Udawalawe y que regresaba a Haputale, a donde queríamos ir nosotros. Ahí nos salió nuestra vena más india y quisimos regatearle al máximo el trayecto ya que ya había hecho el servicio y volvía vacío de todas formas. Sin embargo, la amabilidad de esta gente hacía nuevo acto de presencia y nos volvían a ganar. Aceptó llevarnos en su furgoneta a cambio de que le pagáramos la cantidad que nosotros considerásemos justa y que se ajustara a nuestro presupuesto mochilero. Sin más.
El trayecto dio tanto de sí que finalmente acabamos cancelando la reserva de nuestro hostal para acabar alojados en casa de la madre de Raja. Ahí estaríamos instalados tres noches con su madre, su hermano y su cuñada. Su pequeña aldea nos serviría como base para poder visitar la turística ciudad de Ella, las plantaciones de té de Haputale y el famoso Lipton Seat, desde donde el señor Lipton vigilaba a sus recolectoras y hacía su fortuna.
La experiencia con la familia de Raja fue brutal. Ellos apenas hablaban inglés, por no decir nada… Vivían en un casa sencilla y humilde, únicamente decorada con una foto de boda del hermano de Raja. Cuando uno encendía el termo eléctrico para el agua caliente, la tele dejaba de funcionar y las bombillas perdían intensidad… Fue aquí con ellos donde comimos mejor y disfrutamos al máximo de la comida de Sri Lanka. La madre y la cuñada se desvivieron en hacernos un menú diferente cada día para cenar y desayunar, y sobre todo que no fuera picante para nosotros! Cada noche al volver de nuestro paseo nos recibían con té y nos sentábamos con ellos a ver el culebrón indio. Toda una experiencia.
El día de nuestra despedida quisimos sorprenderles y les trajimos impresas las fotos que nos habíamos tomado juntos. Pero fueron ellos quienes nos ganaron de nuevo y quisieron que nos lleváramos de regalo un saari y un saaram indio! Lo reconozco, lloré al despedirme de Joti, la madre de Raja… De hecho durante toda nuestra estancia en Sri Lanka Raja nos seguía escribiendo para ver que tal íbamos, darnos sus recomendaciones y para mandarnos saludos de parte de su familia.
Para completar la ruta de las plantaciones de té, cogimos el popular tren que recorre el interior de Sri Lanka. Como ya era habitual en nosotros, acabaríamos en tercera clase sin reserva y compartiendo asientos con niños y abuelas singalesas. El recorrido en tren sale desde Ella y llega hasta Nwara-Eliya: es de los más bonitos que uno puede hacer, cruza aldeas enteras, se mete de pleno en verdes plantaciones de té, en medio de bosques, en valles con vistas increíbles… Si uno viaja a este país, seguro que acaba haciendo un tramo en este famoso tren.
Como unos peregrinos más
Nuestro próximo destino era Hatton, con el objetivo de coronar el Pico de Adán al amanecer (o Adam’s Peak o Sri Paada, como le llaman aquí). Es un templo que está a más de 2000 metros de altura, al que se llega tras subir más de 5200 escalones. La peregrinación empieza en diciembre y hay días, especialmente en fin de semana, que la subida se colapsa por la cantidad de gente que hay. Para subir a la cima, nos despertamos a las 2.30 de la madrugada y empezamos la ruta a las 3h de la mañana. Tras los empinadísimos escalones del final, conseguimos llegar al templo a las 5.40h, colocarnos en un buen sitio y esperar a ver el amanecer sin morir congelados.
¿Somos unos masocas? Podríamos decir que sí! Pero ver salir el sol rodeados de auténticos peregrinos ante un mar de nubes… compensaba todo el esfuerzo realizado (y los temblores de piernas que tendríamos al bajar!)
Algo que aprendimos esa madrugada fue que todas las religiones hacen sus “trucos” para recaudar donaciones. Habíamos visto los trucos más pillos de los hinduístas en la India, pero aquí nos sorprendió ver cómo los budistas se colocaban a la entrada del camino y “exigían” una donación. Ninguna religión se salva: pensemos en los católicos en Europa y en cómo se construyeron las catedrales… La verdad que después de esa donación forzada (prácticamente todo el mundo con el que nos cruzamos había pagado como nosotros) se nos quedó un poco de mal rollo. Luego, para mi paz mental, hablando con unos jóvenes peregrinos singaleses nos explicaron que ellos también habían donado ya que se estaban construyendo varias estatuas budistas en la zona de peregrinación. Las donaciones eran para su futura construcción y el mantenimiento del templo. Así que, tras esa aclaración, se nos pasó el mosqueo 😉
Ruta Budista por Sri Lanka
Después del madrugón y del esfuerzo de Adan’s Peak paramos en Kandy para recuperar fuerzas. Fue una parada técnico – logística y antes de que anocheciera ya estábamos en la cama… Nuestra siguiente parada en la ruta fue Dambulla. Ahí visitaríamos el Golden Temple, una especie de museo budista digno de cualquier decorado de Port Aventura, y el Temple rock, unas cuevas budistas de lo más espectaculares y que sólo por ellas merece la pena desviarse a este pueblo.
En el homestay de Dambulla donde nos hospedamos conocimos a la chica más moderna del país. Toda una chica guerrera que además de llevar su homestay tenía una tienda de motos y hacía tours conduciendo un jeep más viejo que ella.
De Dambulla seguimos nuestra ruta hacia Sigiriya, donde pasaríamos la Navidad.
El día de Navidad cogimos unas bicis y recorrimos la zona de Sigiriya, famosa por el Lion Rock, otro santuario importantísimo en lo alto de una cima, imagen de muchas campañas turísticas del país. Nosotros ajustándonos a nuestro presupuesto mochilero decidimos no entrar (eran casi 35€ por persona) y fuimos a la roca de enfrente, a Pidurangala Rock. La subida era más “light”, la entrada era una donación directa a los monjes budistas que cuidaban esa zona (y por menos de 5€ cada uno) y las vistas eran impactantes igualmente.
En Sigiriya nos alojamos en casa de Vee, una maestra singalesa que había aprendido inglés en tan solo un año y medio a raíz de ofrecer su casa como “homestay”.
Vee quiso que no nos olvidáramos de que era Nochebuena. Para ellos se reducía sólo a vacaciones escolares y cambio de curso. Siendo mayoría budista en la región apenas había ambiente navideño… así que decidió prepararnos una cena especial para aliviar nuestra morriña navideña. Estuvo toda la tarde cocinando… se le acabó el gas, tuvo que acabar cocinando con leña… se las ingenió para que no fuera picante… la gente de este país nos conquistaba de nuevo.
No sólo hay ruinas en Roma
Tras despedirnos de Vee y su familia, pusimos rumbo a Polonnaruwa, una de las antiguas capitales de Sri Lanka y a día de hoy Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Cuando uno piensa en ruinas famosas a uno le viene a la cabeza las ruinas mayas, las ruinas aztecas, las importantes ruinas romanas… Pero no cae que también hay ruinas budistas… Y así fue como en bicicleta, bajo un sol abrasador, descubrimos las ruinas de Polonnaruwa: un impresionante recorrido de más de 7km de restos arqueológicos en los que ver antiguas ciudadelas, estupas gigantes, esculturas de Budha, frescos, etc.
Para dormir nos quedamos en casa de un señor que siendo joven había recorrido mundo en un pesquero, y que incluso conocía Barcelona y a sus bellas mujeres ; )
De vuelta a Colombo
Estábamos al este de Sri Lanka y teníamos que volver a Colombo, al otro lado de la isla, para coger un vuelo al día siguiente. Así que de nuevo cogimos otro tren que cruzaría todo el país y pasaríamos así un día entero en tren celebrando mi cumpleaños! El recorrido no fue tan pintoresco como el de Ella, pero sí auténtico por los pasajeros en si.
Una vez llegados a Colombo, cogimos otra especie de tren – metro que nos pareció aún más eterno, para dormir en Negombo, muy cerquita del aeropuerto. Llovió tanto que apenas salimos del hostal…
Así completábamos nuestra ruta de 15 días por Sri Lanka. Un país que nos sorprendió para bien en todos los aspectos y que los mismos locales describen como «a land like no other». Uno puede despertarse en la playa, pasear en jeep viendo a los elefantes, y rezar como un monje budista en un mismo día. Lo mejor, sin duda alguna, su gente. Tras una larga guerra civil (de 1983 hasta 2009) han sabido como cerrar heridas y seguir adelante todos juntos.
Nos despedíamos de Sri Lanka, recomendando este país a todas nuestras amigas – mamás viajeras, para volar a Malasia, donde nos encontraríamos con el hermano de Luis y unos amigos para pasar la nochevieja y recorrer el país. Todo un cambio de ritmo y aventuras… se creaba el #malayosteam 😉
Algún dia te enseñaré un video de mi llegada en cámara lenta al Adam’s Peak…patética!!, pero como dice tu amiga en el comentario anterior, merecen la pena las agujetas y los sufrimientos. Además, cuando llevabamos unos 15′ caminado me di cuenta de que habia dejado las baterias de la cámara en el hotel, por lo que tuve que volver y repetir este tramo de propina. Un verdadero placer leer vuestros comentarios sobre las vivencias que vais experimentando.
Jajajja Ya nos lo enseñarás Enrique!! La verdad que la subida al Adam’s Peak merece la pena!!! Nos alegra mucho que os guste seguir nuestro viaje!! 🙂
Me ha encantado leer vuestro diario de viaje. Lo he hecho de un tirón esta noche y debe ser una experiencia increíble. Os deseo que sigáis con este optimismo y alegría lo que falta del viaje.
Moltes gracis tio Pep!! Nos alegra mucho que te hayan gustado nuestros diarios de viaje. Aún nos quedan 3 meses de viaje así que habrán más!! 😉 1abrazo desde Myanmar!!
Bravo por el Adams Peak!Para nosotros fue una subida compartida con locales muy especial, una montaña preciosa. Aunque lo mejor fue el dueño del hostal que a la llegada nos preparó un fantástico desayuno de Sri Lanka para recuperar fuerzas!
El amanecer precioso desde la cumbre. Merece las agujetas!!
Sí, a nosotros nos encantó! además tuvimos la suerte de coincidir con la época de peregrinaje y fue una muy buena experiencia…a nosotros se nos hizo casi mas dura la bajada!! 😉
1 abrazo desde Myanmar y tomaremos buena nota de todo para contároslo cuando vengáis el año que viene!