Diario de viaje #8: Filipinas, estás de moda

Antes muchos ubicábamos Filipinas en el mapa gracias a Isabel Presley, por ser la última colonia del Imperio español o por los violentos tifones que azotaron el país en los últimos años. A día de hoy Filipinas está de moda y aquellos que huyen de los destinos asiáticos más explotados “turísticamente” parecen acabar en este país. Y supongo que nosotros también encajamos en ese grupo…

Dejábamos Myanmar, el país de los miles de templos y pagodas doradas, para llegar a Filipinas con ganas de sol y playa.

Nuestra primera parada fue Cebú. Tras alquilar una habitación en Malapascua a través de Airbnb, nuestro “host” nos invitó, literalmente, a alojarnos en casa de su madre cerca del aeropuerto de Cebú y ayudarnos así en nuestra llegada al país y en nuestro traslado a la isla de Malapascua. Llegábamos y nos íbamos a alojar con gente local. Ideal para nosotros. Nuestro host, “Munpeng”, hombre de negocios que vivía en Singapur, nos dejaba en manos de su familia filipina y más concretamente, en manos de su cuñado. Simloy (el cuñado en cuestión), que nos vino a buscar al aeropuerto movil en mano con nuestra foto de facebook para reconocernos, resultó ser todo un fichaje. La familia vivía en una urbanización cerrada, nueva y moderna en las cercanías del aeropuerto. Perfecto para no perder tiempo en la ruidosa y atascada Cebú. La comunicación resultó ser algo peculiar, el inglés no era su punto fuerte pero descubrimos que compartíamos muchas palabras y vocabulario en español con el filipino, más de lo que nos podíamos esperar. Así que el español iba a ser nuestra principal herramienta para entendernos.

Malapascua, una isla auténtica para bien y para mal

Emprendimos nuestra marcha a Malapascua, unas 5 horas en coche desde Cebú con Simloy al volante de su todoterreno. Desde la ventanilla pudimos comprobar que el residencial de la familia de Munpeng no era lo habitual. Casas al estilo más “rural” y filipino iban a aparecer nada más salir de la capital.

Para cruzar a Malapascua te dicen que hay que cruzar en ferry y que tienes que ir a la nueva terminal. Con esta descripción uno no se espera llegar a un muelle de hormigón en obras en una zona aparentemente abandonada y ver unas lanchas de bambú que de lejos parecen escarabajos flotantes… Pero sí, cruzas el canal en una lanchita de bambú, con su capitán fumando sentado en los bidones de gasolina, y agradeces a todos los dioses el día tan espectacular y sin olas que tienes por delante.

malapascua

Colores de Malapascua

Simloy seguía con nosotros. Nos llevaría a la casa que habíamos alquilado y estaría por ahí por si necesitábamos algo. Tanta hospitalidad filipina nos parecía algo excesiva… Divisamos la isla y parecía el paraíso. Con una sola mirada abarcábamos todo la isla. Al llegar, Simloy nos insistió en que cada uno nos montáramos en una moto-taxi para llegar a la casa. Así que acabamos de paquete en una motocross de unos chavalines filipinos que disfrutaban con llevarnos a su espalda y hacer sonar la bocina en cada bache…

La casa estaba situada en el lado norte, detrás del faro, la parte más alejada del único punto turístico de Malapascua, donde estaban todos los centros de buceo. Así que si no queríamos mezclarnos con turistas y seguir nuestra línea de querer estar más cerca de los locales, nuestra casa resultaba ideal. Pero resultó ser demasiado “local”… La moto nos dejó en la entrada del poblado y el resto lo hicimos a pie. Fuimos por estrechas calles, por llamarles algo, hasta llegar a la casa. Ahí nos cruzamos con los vecinos y los cientos de gallos de corral que debían esperar al día de su pelea (la pelea de gallos es el deporte nacional de este país), con los pescadores arreglando sus redes con la pesca del día puesta a secar, con niños descalzos jugando en el barro y un sonido que resultaría común en toda Filipinas…. un karaoke a tope con los greatest hits de Bon Jovi… Nuestra casa estaba en mitad de un poblado digno de ser el hogar de cualquier pirata o gitano del mar…

poblado malapascua

Nuestro querido poblado de Malapascua

Simloy nos abrió la casa. Nuestra habitación era bastante decente aunque el baño… por decirlo de alguna manera, estaba inacabado. No había cisterna en el retrete y sería aquí donde depuraríamos la técnica de la ducha a base de barreño y cazo. En principio había agua corriente. Simloy tuvo sus problemillas con la bomba del agua y al final Luis acabó llenando nuestro barreño subiendo bidones y haciendo trasvases con otros barreños. Debía hacer mucho tiempo que Simloy no pisaba Malapascua y no desaprovechó su llegada. Nosotros nos fuimos a dar una vuelta de reconocimiento y él ya estaba a sus anchas en la casa con sus vecinos, amigos y primos. La zona común de la casa se convirtió en sala karaoke y al llegar nos invitaron a ron con cola, bebida más barata en Filipinas que el agua mineral… El panorama parecía más una fiesta de un piso universitario que un alojamiento de Airbnb… A la mañana siguiente teníamos gente durmiendo por el pasillo y a Simloy bebiendo cerveza para pasar la resaca. Nosotros los días los pasamos recorriendo la isla y buceando. Tuvimos la suerte de poder bucear y ver al tiburón zorro y bucear también en la reserva de Gato Island, donde disfrutaríamos una vez más de las formaciones de coral de estas latitudes del globo.

luis y el agua

Luis y su batalla con el agua

Malapascua es un lugar particular. Es una isla pequeña con playas preciosas y con aldeas muy auténticas. Pero tristemente resulta ser una isla invadida por la basura… las playas están cubiertas por plástico y deshechos, los niños hacen sus necesidades sin pudor en la misma arena, al igual que los cientos de perros que campan por ahí, los adultos orinan enfrente de sus casas…. y nadie se molesta ni protesta por ello…

Mientras intentábamos averiguar si Malapascua nos gustaba o no,Simloy iba haciendo de las suyas. La cocina de la casa cada vez apestaba más, las botellas de cocacola iban acumulándose, los bidones de agua se iban acabando y nos dejaba extraños souvenirs en la terraza para que los viéramos, como un pequeño tiburón que había encontrado muerto en la playa…

El día que nos tocaba marcharnos, Simloy seguía durmiendo la mona con su primo. Vino la vecina a sacarlo de la cama y apenas podía mantenerse en pie. Tenía una herida en el tobillo y casi no podía hablar de lo borracho que iba… Nos dijo que condujéramos una moto de no sé quién hasta el puerto. Nosotros, que nunca habíamos llevado moto, y menos una de motocross por caminos de tierra cargados con las mochilas sorteando todos los baches… Ahí le mandamos a paseo y le dijimos que le esperábamos en el puerto, que nos íbamos a pie. Nos cruzamos toda la isla a pie discutiendo que hacíamos. El plan original era cruzar el canal con él para que nos bajara en coche a Cebú como habíamos acordado con Munpeng… Pero no. Subirnos a un coche con alguien aún borracho, ni en España y aún menos en Filipinas. Así que cuando nos encontramos de nuevo en el puerto con Simloy y su tropa de amigos le mandamos a paseo del todo, de forma educada claro está, y le dejamos plantado ahí. Sentado cabizbajo nos decía adiós como un niño arrepentido y nosotros cruzábamos el canal en las barcas-cucaracha rezando para que el oleaje no aumentara.

El trayecto a Cebú en autobús fue largo, una pista de lo que iban a ser los traslados en este país. Al llegar a la ciudad vimos el duro contraste entre las chabolas y las torres residenciales rodeadas por modernos centros comerciales.

Nos alojamos en un modesto y limpio hotel que nos pareció la gloria por tener un baño en condiciones, agua que saliera de la ducha y , especialmente, agua caliente!

Lo sórdido del lugar lo descubrimos al bajar a cenar. Prácticamente la mayoría de huéspedes eran hombres de unos 50-60 años (por sus tatuajes y su look diríamos que eran británicos, como los que pasean por nuestro querido Magaluf) acompañados por jovencísimas y guapísimas chicas filipinas… Un panorama bastante desagradable que pensábamos ya no ver en pleno siglo XXI…

Siargao, intento fallido

Nuestro siguiente destino era Siargao, isla conocida mundialmente entre los surfistas. Ademas de por ser una de las menos turísticas ya que se encuentra algo más alejada y hay que invertir bastantes pesos filipinos para volar hasta ahí. Habíamos reservado una cabaña a pie de playa monísima, toda equipada y hasta con televisión… Regentada por una pareja de franceses con gustos más que europeos, así que poco podía fallar. Esta vez queríamos comodidad ante la auténtica experiencia local. La sorpresa fue que nuestro avión no pudo aterrizar en el aeropuerto de Siargao… pasamos las colinas muy cerca, incluso diría que demasiado cerca… nos sumergimos en una densa nube blanca… y tras dos intentos de aterrizaje el piloto decidió, por seguridad, volver a Cebú. Y así fue como conocimos Siargao… sólo desde el aire.

Bohol y Panglao, una maravilla bajo el mar

Increíblemente recuperamos el dinero de los billetes de avión, tanto de la ida como de la vuelta, y el pago de nuestras idílicas cabañas. Así que tras perder un día en el aire y en el aeropuerto, decidimos adelantar nuestra ruta e ir a la isla de Bohol. Esta vez en ferry desde Cebú, que ya habíamos tenido susto para largo en Siargao… En Bohol acabamos alojados en casa de la Tita Sol. Una entrañable señora filipina de 72 años, quien disfruta alojando a turistas extranjeros. Supongo que será también un modo de cubrir los gastos de su inmensa casa y los sueldos de toda la tropa de trabajadores que tiene… jardinero, chófer, asistenta, cocinero, vigilante, recepcionista, otra chica más que desconozco que hacía… Es como una familia que baila al son de Sol. Confieso que cuando nos vino a recoger al puerto, a las 11 de la noche, con todo su séquito de trabajadores al lado; se me ablandó el corazón y me recordó en algo a mi padre. Sol nos hizo un pequeño interrogatorio y me tocó responder, de forma improvisada, si éramos católicos o cristianos…  y luego comprobar la diferencia en wikipedia… Sol es una fiel devota que empieza el día con la misa del amanecer y sigue el día atendiendo sus compromisos sociales como si se de una embajadora se tratase.

Chocolate Hills

Vista desde el mirador de las Chocolate Hills

En Bohol visitamos las “Chocolate Hill”, una mini cordillera de colinas cónicas muy singulares, y el monito Tarsier, el primate más pequeño del mundo, del tamaño de una mano y que uno querría robar para achucharlo sin parar.

tarsier

Dicen que el maestro Joda se parece a un monito tarsier…

Para desplazarnos por las islas de Bohol y Panglao nos animamos y alquilamos una moto. Nuestra experiencia era mínima, solo la moto eléctrica de Bagan en Myanmar… Pero cada día que pasaba Luis iba superando nuevas pruebas al manillar ganándose así la confianza necesaria para seguir día a día con la moto. Condujo bajo la lluvia, cargado con la compra, se atrevió a adelantar a los triciclos suicidas, llegó a conducir de noche, esquivando a cabras y perros callejeros; e, incluso, se atrevió a llevar a dos pasajeros de paquete subidos en la moto…

Lo mejor de nuestro paso por Bohol fueron las escapadas a Panglao, donde coincidimos con Juan y buceamos con el equipo de Pata Negra. A Juan lo conocimos trabajando en México y ahora coincidíamos de nuevo en esta parte del mundo. Disfrutamos con él de los mejores buceos sobre arrecife de coral en la reserva de Pamilacan, una isla idílica digna de cualquier postal, y en la reserva de Balicasag, donde la pared de coral es una maravilla y las tortugas se cuentan por docenas.

Pamilacan el paraiso

El paraiso se llama Pamilacan

Ahí fue también donde tuvimos uno de nuestros mejores buceos cuando quedamos atrapados por un banco de “jackfish”. Como diría Juan en uno de sus mejores repertorios, “me quedo to’ loco” con la experiencia.

jackfish

Envueltos por un banco de peces «jackfish»

Juan nos enseñó nuestro primer “frogfish”, un pez rarísimo más parecido a una piedra que a un ser vivo, y también nos enseñó que los chinos pueden bucear decentemente. Con Juan nos reímos cada noche cerveza en mano, de historietas pasadas y de sus aventuras en Filipinas al son de “Me tienes contento” y “¿Cómo te quedas?”. Quedamos en vernos en un futuro cercano cuando ya tenga en marcha su hotelito en alguna remota isla filipina.

buceando con Juanito

Buceando con Juanito

Siquijor, relax filipino y ritmo isleño

De Bohol decidimos coger otro ferry e ir a la isla vecina de Siquijor. Todo un acierto. Nos alojamos en unas cabañas estilo filipino cuidadas al detalle, rodeadas de flores y frente al mar.

vistas siquijor

Vistas desde nuestra casita en Siquijor

Éstas están regentadas por Junior y Macy, una pareja filipina encantadora que casi me hacen llorar al despedirnos. Al parecer Junior es el único auténtico local que ofrece alojamiento en su zona… ya que sus vecinos hoteleros parecen ser europeos refugiados en este paraíso filipino.

junior y macy

Con Junior y Macy (ella ya estaba triste porque nos ibamos)

En Siquijor hicimos cura de sueño y nos entregamos al placer de ir en moto.

carretera siquijor

Conduciendo por Siquijor

Nos perdimos por la isla disfrutando de su paisaje, de sus playas y de su ritmo isleño.

vistas road siquijor

Vistas de la isla de Siquijor desde un improvisado mirador

Sinceramente no hicimos mucho más que dormir, comer e ir en moto. Y bueno, descubrir que Nuria Roca escribe libros y acabarme una de sus novelas que me encontré en la cabaña… toda una paradoja.

Siquijor

Solos en una playa de Siquijor

Hubiéramos alargado nuestra estancia en Siquijor, pero el mal tiempo amenazaba de nuevo y varios barcos no podían llegar o salir de Siquijor por el fuerte oleaje. Nos habían contado que el “speed boat” días atrás había acabado atracando a puerto con todos sus pasajeros con el chaleco puesto y rezando… Así que adelantamos nuestra marcha y cuadramos nuestra salida de la isla con “el ferry grande” que siempre sale. «A no ser que haya tifón»… Tal cual nos lo dijo Junior…. Vamos! Te dicen esto y no sabes que cara poner, si de alivio o de terror… Milagrosamente la tormenta amainó y el ferry apenas se movió. En este día descubrimos que los ferrys grandes filipinos tienen literas en cubierta… una imagen algo peculiar: parecía un barco de rescate o de cuarentena.

literas ferry

Nuestro primer ferry filipino

Corón y sus históricos barcos hundidos

Nuestro siguiente y último destino filipino sería Corón. Sí, no fuimos a El Nido! Lo sentimos… pero, siguiendo nuestra línea, nos lo saltamos ya que parecía estar abarrotado de turistas y con precios más europeos que filipinos… Desde Bohol volamos a Puerto Princesa, previa escala en Manila con su correspondiente retraso por el chaparrón que caía. Una vez en Puerto Princesa nos dirigimos al puerto comercial para subirnos a otro ferry de 15 horas que nos llevaría a la isla de Corón. Empezaba a perder la cuenta de las horas que llevábamos de “traslados”… Nuestra sorpresa fue que el ferry era un semicrucero y dormimos prácticamente todo el trayecto en sus literas, esta vez no en cubierta sino en una planta interior bien resguardada y con su aire acondicionado. Por una vez habíamos acertado con el transporte! Y si queríamos una cervecita y echar unos bailes en el karaoke de la terraza de la cubierta, también podíamos hacerlo.

Corón sencillamente nos conquistó. Nos instalamos una semana entera en esta ciudad más parecida a un pueblo de los nuestros en fiestas, por el ambiente que se respiraba en sus calles, que a una capital filipina.

En Corón buceamos en los barcos japoneses de la II Guerra Mundial, hundidos por los americanos en un corto ataque de 15 minutos. Una experiencia brutal. No es lo mismo bucear en un pesquero hundido a propósito para evitar redes y regenerar el coral, que hacerlo en barcos de semejante tamaño y con tanta historia detrás. En algún que otro momento buceando, me imaginaba el momento de la batalla y sólo veía hombres saltar por la borda y rezaba no encontrarme ningún hueso japonés en las profundidades… Nuestro guía JanJan se esmeró en enseñarnos todos los rincones de muchos de estos pecios y en enseñarnos peculiares restos: como unas pesas de gimnasio, una zapatilla con unas letras japonesas o una botella de cerveza japonesa…

Pecio Coron

Impacto de una bomba en un pecio japones

Si ya disfrutábamos con tal escenario, imaginaos como nos pusimos al ver en un descenso un tiburón ballena de unos 10 metros! Algo inusual y que pasa cada uno o dos años! Los gritos de alegría de los guías de buceo filipinos se oían hasta debajo del agua!

whaleshark

Buceando con un tiburon ballena!

Además de bucear en los barcos también buceamos en Barracuda Lake, con un impactante paisaje lunar y con el agua a 39ºC. Yo, que siempre sufro por el frío, aquí casi me desmayo del calor…

buceo en Barracuda Lake como austronautas

Luis y JanJan haciendo el bobo en Barracuda Lake

Aquí en Corón coincidimos con Mar y Matías, amigos de Mallorca, con quienes nos reímos sin parar y con quien disfrutamos de uno de nuestros mejores días en Filipinas: un día de barca recorriendo los rincones y bellezas de Corón.

Coron

Entrando a la famosa laguna de Kayangan

Matías se encargó de la tarea más dura: negociar el precio y las condiciones de la salida en barca con los capitanes filipinos que hay en el puerto. Nosotros, a pesar de llevar ya varios meses viajando, no hemos mejorado en este aspecto… Matías se encargó también de ir al mercado y cocinarnos un ceviche de gambas y aguacate a bordo. Tenía maravillados a nuestro capitán y marinero filipinos, quienes no perdieron detalle para aprender tal suculenta receta.

Matias cocinando ceviche

Matias preparando el ceviche, al fondo su «pinche» filipino.

Pasamos el día a bordo, nadando en las lagunas, navegando cerca de los acantilados tan característicos de la zona y haciendo snorkel en zonas de coral con colores que nunca habíamos visto. El pobre Matías había cargado con sus 30 kilos de equipo de kitesurf con la esperanza de poder usarlo… el viento hizo un amago que duró justo el tiempo para montar su equipo. Finalmente una barca repleta de chinos ocupó la franja de playa ideal para montar la tabla, truncando así las pocas esperanzas de Matías en desplegar su tabla y su cometa.

corales enormes

Alucinando con el coral de Coron

Mar venía a Corón con un objetivo a cumplir: ver Dugons. A nosotros ese nombre nos sonaba a una especie de monstruo manga. Pero en cambio son una especie de mamíferos, parecidos a los manatís que hay en el sur de México, difíciles de ver y que se consideran, tristemente,al borde de la extinción. Mar y Matías armaron un curioso grupo para cruzar la isla de Corón con la misión a cumplir de ver un dugon: un catalán enamorado-engatusado de una filipina, otra catalana que veía mundo por primera vez y un holandés azafato de KLM, que resultó ser un cachondo… Y…  Sí! Los vieron y pudieron hacer snorkel con los maravillosos Dugons! Enhorabuena chicos!

Dieta carnívora en Filipinas

En el diario de India explicábamos que nos habíamos quedado maravillados con la comida del país. En cambio aquí en Filipinas tuvimos una dieta poco variada. En Siquijor por ejemplo comimos tres días seguidos arroz con pollo. En sus múltiples variantes… pero en esencia arroz con pollo. Nuestras ganas de seguir nuestra dieta vegetariana se iban al garete con el pollo en adobo, pollo y arroz, variantes de cerdo, cortezas de cerdo, el chicharrón, puerco, lechón… Y eso que, tras ver un cerdo amarrado que gritaba por su vida antes de ser degollado en una carnicería callejera, había decidido evitar la carne a toda costa…

Tenemos que confesar que no nos atrevimos a probar algunos platos filipinos. Como los «huevos duros filipinos», madurados varias semanas hasta un punto en que al abrir la cáscara te comes el pollito medio gestado… Matías nos contó que se sacó plumas de la boca… Y así estaba yo, echando de menos las ensaladas de aguacate de Myanmar…

Esto no se acaba

Acabamos nuestro mes en Filipinas con nuestra semana de buceo y mar en Corón, convencidos de que este país no se abarca con una sola visita.

Ahora nos tocaba prepararnos para nuestra siguiente etapa y experimentar un cambio de escenario total: de las playas idílicas de Filipinas a la jungla salvaje de Borneo!

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2 Discussion to this post

  1. Emma dice:

    Rosita te queremos .y todo lo que cuentas nos ha gustado muchísimo .¡!que fotos !

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